Solemos ver y admirar, a lo largo y ancho de
nuestra geografía, en grandes ciudades o pequeños pueblos, las edificaciones de
las iglesias que se han ido construyendo con el paso del tiempo.
Nos llenan de asombro sus proporciones, su
majestuosidad, el arte encerrado en ellas, y sobre todo, las dificultades para
su construcción en tiempos pretéritos en los que no se contaba con los medios
técnicos y mecánicos de hoy día.
El barrio donde nací estaba alejado de la única
iglesia católica del pueblo abierta al culto, San Pedro Apóstol. Cuando yo
contaba dos años de edad, decidieron erigir un nuevo templo en ese barrio.
Puedo decir con propiedad que crecí con él, le vi hacerse mayor conmigo, y
conocí y conozco, porque aún viven, a albañiles que trabajaron en su
construcción.
De ese templo y lo que dentro de él se atesora
voy a escribir en esta página de historias de mi pueblo.
Tenemos que remontarnos atrás en el tiempo para
entender la necesidad de ese nuevo templo.
Nuestra villa había crecido alrededor de la
iglesia de San Pedro Apóstol, en el barrio del Ranero, con el Ayuntamiento
enfrente, y la calle Mayor que era al mismo tiempo la carretera Nacional
Barcelona-Andalucia. También habían ido progresando las calles paralelas, como
Carros y Ramón y Cajal, junto a la Plaza del Convento, y el promontorio donde
se asentaba la ermita de San Roque.
La construcción del trazado ferroviario y de la
estación de la M.Z.A. en 1.862 dirección Madrid-Cartagena, y el enlace con la
compañía del ferrocarril de Alcantarilla-Lorca con la estación de Campoamor,
cortaban la carretera con dos pasos a nivel de barreras, casi unidos,
obstaculizando la ampliación de la población hacia la parte oeste.
Alcantarilla siempre había sido un importante
nudo de comunicaciones desde el tiempo de la dominación romana, lo que propició
que desde principio del siglo XX se iniciara el asentamiento de empresas de
nueva creación, como era la conserva de frutas, y también de turrones, chocolate,
dulces, etc., que veían fácil su distribución por el ferrocarril.
Las fábricas de conserva precisaron envases de
madera y otras industrias auxiliares, que también se instalaron aquí. Todas
estas nuevas empresas precisaron de una mano de obra que hubo de venir de otros
lugares a aposentarse aquí. Y con la seguridad de un trabajo estable,
comenzaron lentamente a construir viviendas en esa zona oeste que estaba sin
roturar, sobre todo en las márgenes de la avenida Reyes Católicos (carretera
Barqueros), y en la calle La Fuente (entonces llamada Bernal por el promotor
que la creó, Don Damián Bernal, y que fue el primero en darle al barrio el
nombre de Campoamor, homenajeando al político y dramaturgo Don Ramón de
Campoamor y Camposorio).
Aún habría de ser más conocido nuestro pueblo
en el exterior al instalarse en su término el Ejército del Aire en agosto de
1936, por el mando republicano, con sus parques y talleres cerca de la estación
de ferrocarril para poder reparar sus aviones bombarderos, y desplazarlos hasta
el aeródromo a través de la calle San Pablo. Terminada la contienda, en Agosto
de 1939 se creó el arma de Aviación y se continuó la actividad en el mismo
aeródromo, además de crear los talleres del Camino de los Romanos como parque de
automóviles.
Pasados unos años, en 1947, se crearía la
Escuela Militar de Paracaidistas ubicada en el citado aeródromo.
Nuestra villa llegó a tener tal peso a nivel
regional que, siendo presidente de la Diputación Provincial de Murcia D.
Agustín Virgili (de 1948 a 1957), se llegó a anunciar la construcción del
aeropuerto comercial “La Cierva Codorniú”.
Todos estos factores propiciaron un aumento de
población en la parte oeste, paso a nivel hacia arriba, “llegando a superar las
6500 almas” en palabras de Don Lorenzo Pastor, párroco de San Pedro.
Esto motivó que las autoridades eclesiásticas
crearan una nueva parroquia en el año 1950. Hasta ese momento, los sacerdotes
de San Pedro subían todos los domingos y fiestas de guardar, y celebraban en
una nave cedida por los dueños del Molino Deseco (posteriormente Furfural
Español, ahora jardín de las Tres Culturas).
Pasaría un año hasta que en la primavera de
1951, siendo alcalde Don Fulgencio Pérez Almagro, el Ayuntamiento destina unos
terrenos para el templo, y se coloca la primera piedra del mismo.
En Octubre de ese mismo año es destinado como
cura ecónomo el joven sacerdote Don Pedro Pérez García, que fue acogido
provisionalmente en casa de la Tía María “la Yerbera”, en la carretera de
Barqueros (avenida Reyes Católicos), muy cerca de donde se instaló
provisionalmente la parroquia, en un local de cine de verano, hasta que en
julio de 1952 se pudo trasladar nuevamente la parroquia, también de modo
provisional, al local que hasta el año 1999 conocimos como Guardería Infantil.
Desde la llegada de este sacerdote, y ante su
iniciativa de erigir un templo a imagen de la Basílica de San Pablo extramuros
de Roma, el entonces Delegado del Tribunal Titular de Menores, Don Santos Gómez
Ruiz, no duda en donar más de 10.000 metros cuadrados de su propiedad,
iniciándose las obras a partir de ese momento, pero no en el lugar donde se
colocó la primera piedra, sino 150 metros más hacia el pueblo.
El templo, que en un principio iba a ser
dedicado a San Pancracio, finalmente lo fue a la Asunción de la Virgen, al
haber sido declarado por el Papa Pio XII en 1950 el dogma de la Asunción de
María a los cielos. San Pancracio quedó como cotitular y patrón de Campoamor.
Los planos fueron obra del aparejador Ramón Baguena, suboficial del Ejército
del Aire.
En el otoño de ese mismo año, Don Pedro
moviliza al barrio para organizar una cofradía de Semana Santa, siguiendo la
línea de aquel momento de creación de nuevas Hermandades. Confiaron la
construcción de un crucificado al escultor de Espinardo, Don José Noguera
Valverde, y su coste se fijó en 10.000 pesetas.
El trono con varas lo construyó el artista
local Don Fernando Ortuño Alburquerque.
Esta procesión, llamada del Silencio, con el
crucificado Cristo de la Buena Muerte, salió por primera vez el Miércoles Santo
de 1953 a las 12 de la noche. El año siguiente y hasta hoy lo haría a las 10 de
la noche.
El día 1 de abril de 1955 se realizó esta
fotografía en el taller del escultor, de donde se retiró terminada la imagen
del Cristo de la Buena Muerte que procesionaría a partir de esa Semana Santa.
Esta sería la talla en madera definitiva, ya que la que había desfilado en las
procesiones de 1953 y 1954 era el modelo en escayola que le serviría al
escultor para el trabajo definitivo.
La construcción del templo fue avanzando a
través del tiempo, con aportaciones populares, no solo de las gentes de la parroquia y del pueblo. Don Pedro escribía y solicitaba ayuda a toda España, y de todas partes la recibía.
En 1956 se inicia la construcción del Altar
Mayor, obra del orfebre Sr. Onico, y su elaboración dura todo el año.
En noviembre comienzan los trabajos de pinturas
en el interior del templo. Los frescos que adornan la bóveda superior, así como
la del Altar Mayor, son realizados por artistas valencianos, con la
colaboración de alumnos de la Escuela de Artes y Oficios de Murcia, bajo la
dirección de Don Rafael Cardells, y se prolongaron hasta mediados de 1957.
El Sábado Santo de 1957 se celebran por primera
vez bautizos en el nuevo templo, y el día de la Ascensión tiene lugar la
celebración de la Primera Comunión por primera vez, con sesenta y siete niños y
niñas.
En Julio se instala en su peana la imagen de la
Santísima Virgen, realizada por el escultor valenciano José Dies, con un coste
de 18.000 pesetas
En Noviembre vendría a acompañarle en el altar
la imagen de San Pancracio, talla en madera realizada por el escultor Don
Fernando Ortuño Alburquerque. El coste de esta nueva imagen (15.000 pesetas)
fue sufragado por Don José Ballester, propietario de la anterior imagen.
El templo fue consagrado y bendecido por el
obispo de la diócesis el 17 de mayo de 1958. Aún faltaban las losas de mármol
para el suelo.
La imagen que faltaba para completar el Altar
Mayor llegó el día 1 de Mayo de 1961, día de su onomástica, San José Obrero.
Había sido encargada al mismo artesano que realizó la imagen de la Virgen, Don
José Dies, y tuvo un coste de 9.900 pesetas.
Fiel a su tarea de dotar el
templo de todo ornamento que le embelleciese, Don Pedro encargó al pintor Don
Antonio Hernández Carpe, del vecino pueblo de Espinardo, y con estudio en
Madrid, la construcción de un monumental Vía Crucis en mosaico. Con aportaciones
de los fieles, y como siempre, de toda persona e institución, tanto local como
provincial y nacional a la que Don Pedro llamara, fue costeada esta maravillosa
obra, con un importe total de 300.000 pesetas. Fue bendecida el Miércoles de
Ceniza del año 1964. Con este motivo se editó un Vía Crucis tamaño bolsillo con
reproducción de las estaciones y textos de Don Pedro, que se hizo muy popular.
Las tarjetas postales de los años
60 y 70 incluyeron diversas vistas del templo, siendo una de ellas la de la
fachada exterior, donde se puede admirar también el monumento que se erigió a
la Inmaculada Concepción, que años más tarde sería trasladado a un lateral de
la plaza.
El 15 de agosto de 2005,
festividad de la Asunción, los restos mortales de Don Pedro Pérez García fueron
introducidos en una fosa abierta en el crucero del templo, donde reposan desde
entonces.
El libro que escribí y publicó la
Cofradía del Silencio en 2002 sobre este tema, y que podéis descargar aquí:
https://www.dropbox.com/s/ovs9noeqggafdxp/Libro%20Medio%20Siglo%20Cofradia.pdf?dl=0
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ResponderEliminarLE DOY MI MAS ENHORABUENA POR ESTA INICIATIVA QUE ME LLEVA A LOS RECUERDOS DE ANTAÑO DE MI NIÑEZ. GRACIAS, GRACIAS Y GRACIAS
ResponderEliminarMagnífico reportaje!
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